Por Lilyán de la Vega
Siempre estamos corriendo. Los días se nos pasan volando y no nos alcanzan para nada. A veces tenemos la sensación de que no podemos parar…. Y supongo que es un poco cierto. El ritmo de la vida en estos tiempos es así, como una cinta sin fin. Hasta que algo nos sacude. Y en este caso, literalmente.
Hoy ya hace un mes que el terremoto del 19 de septiembre nos enseñó a parar. A mirar a nuestro alrededor. Como nos pasó a muchos, nos puso en perspectiva y nos acomodó las prioridades. Esto a nivel personal nos ha pasado antes. Los sucesos como accidentes, enfermedad o muerte de seres queridos nos hacen recordar qué es lo verdaderamente importante. Pero aún en esos casos, una cosa es la persona y otra “la empresaria”. Esta última no puede parar, pase lo que pase.
Pues ahí tienen que llegó el temblor y también ella, “la empresaria”, paró. Y empezamos a producir sándwiches de amor, en vez de mantequillas clarificadas; y a utilizar nuestras horas de trabajo (y de descanso) para apoyar aunque fuera de maneras pequeñitas a quienes habían sido menos afortunados que nosotros y habían perdido todo; y pasaron los días y otros “empresarios” también hicieron lo propio. Y se cancelaron los eventos, y paró la producción y nos preocupamos por cómo solventaríamos los gastos de este mes. Pero no había duda, teníamos que parar para poder actuar en donde era realmente importante, pasara lo que pasara.
En cualquier caso, ponernos a “vender” en esos momentos se sentía tan superfluo, tan inapropiado…. Nuestro corazón nos pedía a gritos salir a atender lo que tenía verdadero sentido: las necesidades de quienes estaban en la total vulnerabilidad.
Qué bien nos sentimos. Y lo digo en plural porque no fue un acto individual, todos a nuestro alrededor estaban como nosotros, atendiendo lo importante, parando lo que no era vital y confiando en que seríamos capaces, con nuestro esfuerzo, con nuestros tiempo y con nuestros limitados recursos, de sacar adelante la emergencia, de apoyar significativamente a los más afectados, de salir de esta juntos…. lo demás, era lo de menos. Lo arreglaríamos después.
Y pasó una semana. Y empezaron a demandar nuestra atención de nuevo las responsabilidades. Y tuvimos que atenderlas, y retomar paulatinamente los pendientes. Pero algo había cambiado. Es cierto que nos vimos en la necesidad de retomar los compromisos, de volver a echar a andar la producción, de comenzar una vez más la comercialización, de volver a ser “la empresaria”. Pero algo había cambiado.
Y pasó un mes, ya no creemos que no podemos parar. Hoy sabemos que podemos hacerlo y que lo haremos siempre que sea necesario. Porque las prioridades se nos reacomodaron, y creo que esto también es una experiencia colectiva.
Que no volvamos a ser los de antes; que siempre recordemos que es posible transformar nuestra realidad con nuestras ganas, con nuestros recursos internos, con nuestra entrega, con nuestro esfuerzo puesto en donde realmente importa. Incluso si a veces es necesario parar.
#FuerzaMéxico #TornazulconMéxico.