Portadas (2)

Exploración culinaria

Lilyán de la Vega

 Aunque la sonoridad de la palabra tabú es tan bonita que se utiliza a veces para nombrar a mascotas o incluso a personas, su significado no alude a algo estético ni armónico. El vocablo proviene de una palabra polinesia que significa lo prohibido. Y está relacionado principalmente con aquello que por convenciones sociales o religiosas, por superstición o incluso por ignorancia, se censura. Existen tabúes en muchas áreas de la actividad humana.

Existen, por ejemplo, tabúes lingüísticos, cosas que no pueden ni nombrarse –como todo lo relacionado a la sexualidad en algunas culturas muy conservadoras o a la muerte en otras más supersticiosas; religiosos, como por ejemplo la contracepción en algunas religiones, o la ingesta de carne de cerdo o de res para otras. Los tabúes que provienen de la ignorancia se generalizaron mucho en tiempos en que la superstición era su única alternativa ante lo desconocido, así, por ejemplo, un tabú muy común en muchas culturas indígenas es la prohibición de las relaciones sexuales durante la menstruación.

Es interesante que, en el ámbito de la cultura culinaria también hay tabúes, y estos ejemplifican la naturaleza relativa de nuestras percepciones. Un ejemplo muy común para ilustrar esto está relacionado con el llamado Triángulo Gastronómico del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss.

De acuerdo a este concepto culinario, los alimentos tienen tres posibles estados: el crudo, el cocinado y el podrido.

Sin embargo, incluso la percepción de estos estados varía de una cultura a otra. En algunas culturas, lo crudo es un tabú, mientras que en otras lo es lo podrido: una carne rojo inglés demuestra que eres un carnívoro educado en occidente; un sashimi –crudo evidentemente- es considerado delicatessen en Japón en donde un queso azul danés –tan valorado en Europa- sería considerado, sin duda, un queso podrido; para los mexicanos el huitlacoche –un hongo comestible, parásito del maíz-, es considerado, desde la época de los aztecas, como el oro negro y apreciado por su delicado sabor, aunque quien no lo conoce podría pensar que el maíz está echado a perder. Mientras que para los chinos el consumo de perros o de ratas es cotidiano, en nuestras culturas occidentales es una aberración, un tabú.

Y si traspolamos este concepto al área de las convenciones sociales, podemos encontrar múltiples tabúes en distintas subculturas, motivadas por razones diferentes al gusto o los hábitos alimenticios. Por ejemplo, en la sociedad actual que tiene tal culto a la delgadez en las mujeres, las harinas y las grasas son un tabú para ellas, al igual que ¡los postres!, que para los niños son un premio.

Algo importante de notar es que los tabúes no se cuestionan, se heredan. Y no es hasta que alguien los cuestiona que pueden dejar de serlo o, en el caso de aquellos basados en la preservación de la paz y el orden social, transformarse en normas legales.

Para el caso del ámbito culinario que es el que nos ocupa, nosotras te invitamos a cuestionar tus tabúes.  Atrévete a exponer el paladar a aquello que todavía no pruebas, e infórmate de cuáles de tus tabúes relacionados con la alimentación y la salud son reales o sólo eso, prejuicios.

Un buen ejemplo de ello son las grasas. Como sabemos existen grasas “buenas” y grasas “malas”, y el ghee pertenece a la primera categoría. Rompe el tabú, descubre todas las propiedades positivas del ghee, consúmelo y disfrútalo sin riesgo, no contiene lactosa ni caseína y es una alternativa saludable para el consumo de grasas que nuestro cuerpo necesita. Descubre nuestra línea de pecados de Tornazul Seducción Culinaria. Sí, son un tabú con redención
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